De los jóvenes de hoy y su nueva Catedral (3 de 3)

Para dar cumplimiento al colofón de mi entrega anterior, hoy vengo a presentar algunas soluciones a la catedral en que se debe convertir la escuela como entidad catalizadora de los desmanes de la familia.

Para dar cumplimiento al colofón de mi entrega anterior, hoy vengo a presentar algunas soluciones a la catedral en que se debe convertir la escuela como entidad catalizadora de los desmanes de la familia.

Hay ocho aspectos fundamentales que pongo de manifiesto, quedando pendiente su análisis.

Según Malcolm Gladwell, es preferible tener un buen profesor en una clase con muchos estudiantes, que a uno malo en una clase con pocos alumnos. Mejorar la relación profesor-estudiante. Los profesores deben cultivar su relación con sus alumnos, porque los alumnos aprenden más de alguien a quien quieren. Es más improbable que un alumno abandone la escuela si cuentan con una persona importante que los guíe y anime cada día.

Olvidarse de los perdidos y educar a las personas con independencia en relación a sus edades. Es en la niñez que los aprendices aprenden y la destreza engendra destreza, solo las inversiones en los niños compensan la inversión que en ellos se hacen. Hace falta educar a los niños perdidos, a los pobres socioeconómicamente excluidos con sus recursos, sin que la Catedral compita con su estilo de vida, hasta que la clase se convierta en su verdadero mundo de referencia.

Olvidarse de que en la escuela residen los conocimientos. Estamos asistiendo a una especie de deflación de la información, por lo cual, esa es la época en que los estudiantes no pierden tiempo recibiendo datos, fechas, hechos y biografías, si los tienen a un clic de distancia. Además, mucha de la información recibida en clase fomenta determinadas habilidades que muy pocas veces serán necesarias. Es esta la oportunidad de alimentar la creatividad y la curiosidad, proporcionando una base sólida para el pensamiento crítico. Y las dos últimas fases para mejorar esto que parece imposible: Poner en fase al Sistema Educativo, que se parezca al Siglo XXI, sin renunciar a la excelencia, al concepto de nación y a los intereses posibles, no a los ideales y, por último, personalizar la acción transformadora de la Educación, con unas medidas acordes con las necesidades, estilo de aprendizaje e inteligencia del alumno.

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