A primera hora del día de ayer, me escribe una persona, a quien su esposo al levantarse le dijo: “Vamos a divorciarnos, búscate un abogado”. Es un matrimonio de décadas, y una familia con la que he compartido por largos años, y la podría describir como funcional, con las altas y bajas que suceden en cualquier relación. Al preguntarle que si ha habido algún detonante en el momento, o que si en ocasiones anteriores había hablado de divorcio, y dice que hacía una semana le cuestionó sobre qué dice La Biblia con respecto al divorcio, y que dos o tres veces, en discusiones triviales, había dicho que lo mejor que podía pasar era llegar a un buen término, es obvio que este señor tiene convicciones cristianas y que no fue por exabrupto que tomó esta decisión.

Suelo decir que en estos momentos hablar de divorcio y ejecutar el hecho, parece ser más fácil que escoger marca al comprarse un vehículo. Una de las características de la persona que cito siempre ha sido la tolerancia y el autocontrol. Su vida ha transcurrido con una serie de eventos, como la pérdida de un hijo, un proceso de cáncer metastásico, el cual fue curado hace más de 10 años, con una fortaleza basada principalmente en su fe en Dios. Su esposo, hombre íntegro, no solamente la ha apoyado durante todos esos procesos económica y emocionalmente, sin medir nada, sino también que ha sido un padre ejemplar, donde lo básico para él hasta el día de hoy es su hogar.

En su desconcierto, me hizo una sola pregunta: “¿Qué hago?”, con lo que respondo a ella y a ustedes: “Nada. Sigue asumiendo una actitud tal cual eres, deja fluir las circunstancias, aquilata todo lo que hasta ahora han compartido, valora el trato y compromiso de él durante tantos años”. Este tipo de crisis puede surgir en cualquier relación por múltiples razones, pero lo más importante es no tomar decisiones en momento de crisis. Mi recomendación en estos casos es buscar ayuda profesional, evitar compartir estas intimidades con terceros, ya que por lo general emiten juicios no adecuados en base a sus propias convicciones, lo cual trae como consecuencia que no se pueda subsanar y resolver algo que se pueda estar dando y no ser una certera decisión.

“La mujer sabia, edifica su casa; más la necia con sus manos la derriba”.

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