I – VII
Me propongo ofrecer, en varias entregas, una serie de meditaciones a partir del Mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano, titulado “La impostergable Urgencia de vivir en valores”, fechado el 27 de febrero 2018. Considero que en él hay mucho material para reflexionar, para la formación en las escuelas, en las familias y en todos los ambientes del ámbito del territorio dominicano y más allá de él.

Me parece que primero debo transcribir, con toda claridad y literalmente, los 20 valores que trae dicho Mensaje: los 12 del Preámbulo de la Constitución, cuatro que caracterizan a los dominicanos y cuatro más que aparecen entre sombras y luces. Ellos no agotan todos los valores a enumerar, pero ciertamente se refieren a actuales problemas nacionales.

Después de esta transcripción, propondremos algunas reflexiones o meditaciones, que nos parecen pueden ser útiles.

I
El valor de la dignidad humana
“Sobre ella se fundamenta el Estado (arts. 5 y 7 CD) y se organiza para la protección real y efectiva de los derechos. Ella es sagrada, innata e inviolable no solo porque de forma positiva está expresada (art. 38 CD) sino porque previamente, desde nuestra visión de fe, el ser humano ha sido creado a imagen de Dios (Gen 1,26) y de Él recibe su dignidad.[1] El valor de la dignidad humana nos hace ser capaces de mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. ¿Cuántas personas desvalorizadas en nuestra sociedad, sienten su dignidad herida porque son marginados en condiciones deplorables o estratos indignos de pobreza humana? ¿A cuántos les son negados los derechos de asistencia de salud porque su seguro no califica, o porque no les cubre, incluso siendo discriminados a entrar en el sistema por razón de la edad?”

II
El valor de la libertad
“Este valor implica la facultad de tomar decisiones y expresar criterios y opiniones (art. 49 CD), de actuar o no actuar siguiendo nuestra voluntad, siempre que esté dentro de lo establecido por la ley. “La libertad debe ejercerse también como capacidad de disponer de sí mismo con vistas al auténtico bien, en el horizonte del bien común universal”.[2] Dios nos ha creado para ser libres, para ser dueños de nosotros mismos sin dejarnos llevar por las pasiones (CIC n.908). Y de hecho la Iglesia entiende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios nos da (CIC n. 387). ¿Cuántas personas han desfigurado la libertad transformándola en libertinaje, o se han hecho esclavos del consumismo o de la explotación de los otros? Es muy significativo que los primeros constituyentes de la República colocasen en el lema de nuestro escudo la Libertad subsiguiente a Dios y la Patria; además del libro abierto de los Evangelios con la cita de Juan 8,32 “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, es marcado el énfasis en el valor de la libertad. Debemos evitar todo lo que nos haga esclavo, de lo que sea.

III
El valor de la igualdad
“Nos parece convincente que ante la ley somos iguales (art. 39 CD), y recibimos la misma protección y trato, derechos, libertades y oportunidades sin ningún tipo de discriminación por parte de las instituciones y autoridades; sin embargo, paradójicamente en las realidades más simples de la vida estamos expuestos a sentir cómo somos marginados. Constantemente se discrimina en los establecimientos que solo permiten la entrada a personas de cierta condición económica elevada; o algunos puestos que solo por ser mujer son mal remunerados o son inadmisibles. Cuando se pierde el sentido de que nacemos iguales ante la ley comenzamos a estratificar la sociedad. Dios no hace acepción de personas (Hch. 10,34) porque todas tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza (CIC n.1934). La dignidad del ser humano ante los demás es fundamento radical de igualdad entre ellos independientemente de su raza, nación, sexo, origen, cultura y clase.[3] Ahora bien, no intentemos dar valor a corrientes dañinas que deforman la igualdad, como la mal llamada “ideología de género”, cuando el género no es una construcción social. Como explica el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia (no. 56): la ideología de género, “presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia”.

IV
El valor del imperio de la ley
“Aunque no es un auténtico valor sino uno de los principios propios de Estado de Derecho, es un presupuesto para el desarrollo integral del ser humano mediante el respeto a los derechos y la prestación positiva de servicios por el Estado. Este valor es el que permite que los que detentan el poder no se crean absolutos e infalibles. Por otro lado, percibimos aún más la pérdida del respeto a la ley natural inscrita en nuestros corazones y que nos invita a respetar a los demás. ¡Cuánto hemos perdido el respeto a la ley positiva, emanadas por el Congreso y promulgadas por el Ejecutivo! Son constantes las violaciones que se realizan a estas queriendo provocar el resquebrajamiento del Estado.”

V
El valor de la justicia
“Este valor representa el saber hacerlo que corresponde en cada momento. En términos jurídicos está aplicada a la administración de esta, desde los órganos correspondientes para resolver jurídicamente los conflictos surgidos en violación a la norma establecida. ¿Cuánto es el clamor de nuestro pueblo por una administración sana de la justicia, lejos de la corrupción de las instituciones que la aplican, sea porque los procesos están viciados desde su raíz o porque algunos jueces se han quitado la venda de los ojos para ver según su conveniencia a quien aplicarla? “La justicia no se hace en abstracto, sino teniendo siempre en cuenta el hombre en su verdadero valor”.

VI
El valor de la solidaridad
“Nos hace ser receptivos a los demás, considerando que no vivimos aisladamente sino en relación con otros seres humanos. Como dominicanos somos un pueblo solidario que comparte y se hace presente en cualquier situación de necesidad de los demás. ¡Es muy hermoso cómo las personas sencillas y humildes, cuando van a cocinar siempre echan un poquito de más por si llega visita o alguien que tenga hambre! La modernidad no ha podido eliminar en el dominicano, la sana costumbre de hacerse presente en la enfermedad o en la muerte de un familiar o amigo, ya que es como una obligatoriedad de ir a cumplir con el enfermo o con la familia doliente en el funeral y en los nueve días. Muchos de nuestros valores y tradiciones los hemos aprendido del proceso de evangelización, que nos han hecho conscientes de vivir las obras de misericordia (cf. Mt 25,31-46): dar de comer al hambriento, de beber al sediento, dar posada al peregrino, visitar al enfermo y al preso, enterrar a los muertos y enseñar al que no sabe. Incluso cuando las tragedias tocan nuestro suelo o de países vecinos, por tempestades o terremotos, sabemos ir en ayuda de los que nos necesitan actuando conforme al valor de la solidaridad social (arts. 75.10 y 26.4 CD).

VII
El valor de la convivencia fraterna
“Es una realidad que la convivencia fraterna en nuestro pueblo va adquiriendo grandes alcances como sociedad que sabe dialogar, convivir y compartir. El hecho de llamar coloquialmente “hermano” a los demás (cf. Mt 23, 8), nos muestra la familiaridad que queremos tener unos y otros en nuestros barrios y sectores sociales, llegando a tender la mano a quien nos necesita. La apertura y convivencia con otros ciudadanos de cualquier país nos dignifican como Nación sabiendo que la convivencia fraterna se logra con el respeto de los derechos de los demás, evitando los conflictos que provoquen su deterioro.”

Conclusión

CERTIFICO que he transcrito siete valores de los 20 enumerados por la Conferencia del Episcopado Dominicano en su Mensaje del 27 de Febrero 2018.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los dos (02) días del mes de marzo del año del Señor dos mil dieciocho (2018).

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