No podríamos cerrar este mes sin abordar el universo mágico de Clara Ledesma, una de las artistas más representativas del arte dominicano y latinoamericano. Así lo demuestra su producción pictográfica donde además del dibujo y la pintura, trabajó la obra mural y, con gran atención, los estampados de tela, sobre todo, cuando le tocó vivir en la ciudad de Nueva York.

Por qué dedicar esta entrega a Clara Ledesma ahora y no en otro mes, pues porque nació un 05 de marzo, el mes de la mujer, de ese ser multifacético, dador de vida. Y, porque no quisiera dejar en el tiempo la posibilidad de insistir en que es ella una de las más geniales creadoras, quien se ocupó de hacer un poco de todo, lo mismo abstracción que figuración, realismo, expresionismo, cubismo y surrealismo, entre otras tendencias y estilos no menos importantes, latentes en el grueso de sus obras, pero empleados más de forma experimental que definitiva.

Sus primeras obras, bajo las orientaciones del Maestro Yoryi Morel en su Santiago natal, evidencian una Clara objetiva, centrada, muy enfocada en resaltar la dominicanidad, haciendo énfasis en la vida del campo más que en lo citadino. Esto se confirma al tener de cerca piezas como “Casitas” de 1940, en las que la artista deja ver la frondosidad del paisaje campestre, al tiempo de resaltar lo endeble de las construcciones en los espacios de escaso poder adquisitivo, claro que, en el conjunto, se trata de un empaque en el que la miseria es subjetiva, ya que el cuidado con el que es trabajado cada detalle, edulcora el momento representado.

Luego de su ingreso a la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), notaremos una obra menos realista y más apegada a los cánones estéticos tendentes a resaltar aspectos conceptuales más que formales, sin que esto implique un desapego por los fundamentos de la forma, pues en términos estructurales, siempre tuvo en cuenta poder presentar una obra de excelente factura. Continuará.

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