Tres personas que conozco han sido víctimas de la burundanga. De no ser así, quizás no creyera que ese modo de delinquir existiera. Todos los casos han ocurrido cerca de centros comerciales con sucursales bancarias, donde han llevado a las personas a sacar dinero, como si fuesen zombis.

La burundanga es una sustancia química y a la vez tóxica que provoca hipnosis en el afectado, quien es manipulado con facilidad y no recuerda nada de lo sucedido. Un antisocial puede lograr que la inhalemos o untárnosla en la piel, teniendo como efectos la pérdida del juicio, parálisis e incluso la muerte. No es un juego.

Los dominicanos somos muy crédulos, confiamos en la gente rápido, como si el peligro no existiera. Para nosotros el prójimo es bueno. En cualquier encuentro nos encariñamos con el primero que nos simpatice y hasta lo invitamos a nuestro hogar.
Saludamos, incluso, a quien nunca hemos visto, sin reparar qué hace o de qué vive ese ciudadano.

Cuando conversamos con alguien nos esforzamos por “salir familia”, aunque parientes lejanos. Buscamos la forma de conocer personas en común para luego exclamar: ¡qué mundo más pequeño! Nos caracterizamos, además, por demostrar que contamos con muchos amigos y si alguien menciona un nombre, decimos: ¡ese es como mi hermano!

Tener miles de contactos en nuestro Facebook nos llena de orgullo. Esta conducta demuestra la nobleza del corazón de nuestro pueblo y, en principio, es preferible ser así que vivir con delirio de persecución, con el ánimo alterado, pensando que todo el mundo quiere engañarnos y que en cualquier esquina céntrica e iluminada pueden asaltarnos, porque vemos un villano en cada rostro.

Ahora bien, llegó el momento de frenar un poco eso de creer en cualquier extraño que aparezca y de andar con tanta soltura. Hay que estar más alerta en nuestra cotidianidad, pues hasta en ambientes normales han surgido problemas serios con trastornados.

El espacio de la delincuencia crece más rápido que el de la paz. Ya nuestro país cambió. Necesitamos perder algo de nuestra inocencia para no arriesgar nuestras vidas y propiedades. Es crudo decirlo. Debemos saber bien por dónde vamos, a quién visitamos y el ambiente que rodea ese lugar, independientemente de que en cualquier sitio puede ocurrirnos una desgracia, por más decentes y prudentes que seamos. Aunque la mayoría de los dominicanos son buenos, hay algunos desalmados que por unos pesitos son capaces de asesinar y de destruir familias.

Nuestra libertad de tránsito ya está limitada. La seguridad ciudadana también depende de nosotros, de cómo nos cuidemos para que no nos maten ni nos roben. Y la burundanga es una realidad, estemos más alertas.

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