Esos que apuestan al sueño americano, los soñadores, que no lo son tanto, porque jóvenes, con trabajo, lo hacen realidad, poco se parecen a ciertos nativos, de un mundo raro, que es la política, donde se requiere tener los pies sobre la tierra, deliran con el premio mayor de la unción, herederos de un liderazgo, que será endosado generosamente. Olvidan la historia y especialmente la criolla, donde no hay precedentes de jefe alguno que haya endosado su fuerza a un delfín. En ese éxtasis andan de aquí para allá, pregonándose favoritos, sin considerar en el pensar de quien apareja. El último líder que apuntaló un sucesor sufre amargamente en Bruselas. Los liderazgos se ganan. ¡Soñadores!

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