El dilema al que nos enfrentamos

Cuando pienso en el retiro, presiento que ese día me enfrentaría a una decisión difícil. Ante la imperiosa necesidad de dedicar cada minuto de lo que me reste de vida útil a la búsqueda

Cuando pienso en el retiro, presiento que ese día me enfrentaría a una decisión difícil. Ante la imperiosa necesidad de dedicar cada minuto de lo que me reste de vida útil a la búsqueda de solución de los problemas materiales del diario quehacer familiar, sufriría probablemente la impresión de que dilaté por demasiado tiempo la sabia decisión de echar a un lado todos los pasatiempos improductivos. Uno de ellos, la columna diaria que he mantenido en este periódico desde septiembre de 1978, con muy ligeras y breves interrupciones, la más prolongada de las cuales ocurrió con las transformaciones que hicieron de El Caribe el modelo de periodismo que actualmente es, para dicha de sus lectores.

Admitiría que la experiencia de tantos años resultó muy grata y aleccionadora y el recuerdo conspiraría para hacer la retirada más odiosa y torturante. Lo que finalmente me impulsaría a hacerlo podría ser la convicción de cuán importante es llegar a darse cuenta del momento de dejarle el paso a los que vienen detrás. Al país le esperarán desafíos muy difíciles y se necesitarán voces dispuestas a asumir los riesgos de alertar sobre los peligros que traigan consigo los vendavales que inevitablemente se otearán en el horizonte.

Sufrimos peligrosas modalidades del crimen organizado y la contaminación derivada de la actividad política, en control de las instituciones y prácticamente de todas las esferas de la vida nacional, nos colocan ante irrenunciables desafíos presentes para garantizar el futuro nacional. La verdadera desgracia nuestra no radica en la falta de oportunidades económicas, porque son y serán muchas, sino en las escasas expectativas de un futuro que el pesimismo nacional a veces oscurece y no nos permite ver en toda su plenitud. Aunque pensándolo bien dudo que me retire. Total, una columna diaria y un programa de televisión no le agregan pesares al país.

Posted in La columna de Miguel GuerreroEtiquetas

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