En riña con el buen canto

El famoso Do de pecho, nota muy aguda que sólo con mucho esfuerzo puede alcanzar un tenor, y que tanto hace vibrar a los entusiastas de la ópera, riñe según muchos expertos con el buen canto.

El famoso Do de pecho, nota muy aguda que sólo con mucho esfuerzo puede alcanzar un tenor, y que tanto hace vibrar a los entusiastas de la ópera, riñe según muchos expertos con el buen canto.

randes cantantes han estropeado su voz al abusar de su capacidad para alcanzar ese alto registro. Tal vez el caso más conocido sea el del incomparable Giuseppe Di Stefano, cuya facilidad para lograrlo era memorable. Según sus biógrafos, su voz de enorme personalidad, se deterioró tanto que a su retiro de los grandes escenarios ya había perdido su hermosísimo timbre y su envidiable extensión, al adentrarse en el incierto sendero de la producción de sonidos, lo cual terminó restándole estabilidad a su zona aguda. Di Stefano fue de los pocos tenores de su tiempo con capacidad para cantar verdaderos Do de pecho. Plácido Domingo, con todo y ser considerado como el más grande de su generación, careció siempre de esa capacidad y buen conocedor de sus habilidades vocales pocas veces se arriesgó a intentarlo, aún en el punto más alto de su carrera.

El gran Luciano Pavarotti, de imperecedero legado, y los jóvenes tenores, Juan Diego Flórez y Javier Camarena, figuran entre los escasos tenores de las últimas décadas que han brillado por hacer uso de esa capacidad. La hija del regimiento (La fille du Régiment), la célebre ópera bufa en dos actos de Gaetano Donizetti, cuya aria Ah¡ mes ami (Por mi alma) tiene nueve Do agudos, le permitió a Pavarotti subir a la cumbre, en aquella inolvidable presentación con Joan Sutherland y Marilyn Horne en el Metropolitan. Flórez y Camarena, en sus incomparables papeles de Tonio, han hecho de esa aria una pieza fundamental de su repertorio.

Sea que riña con el buen canto o un peligroso camino en el canto lírico, no existe un fanático de la ópera que no añore un Do de pecho verdadero, momento en que la primera nota de la escala de Do alcanza el cielo.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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