Notre-Dame, con o sin intención, soltó una cortina de humo que le cae a Macron en el dedo anular

La iglesia Notre-Dame está situada en una pequeña isla que se formó en el medio del río Sena que bordea París cual Yaque a Santiago.

Aunque construida hace más de 850 años pierde su primacía social luego que en Francia estallara la Revolución Francesa (1789) que, a pesar de ir contra la monarquía, la Iglesia se fue de paro convirtiéndose más que un templo de culto religioso en un monumento histórico y una curiosidad imposible de evitar en las visitas a París… claro, después de haber ido a la torre Eiffel y al museo del Louvre.

No se puede decir que Francia descuide el aspecto cultural de su política como lo evidencia la cantidad de museos que hay y la preservación del patrimonio arquitectónico a partir de las renovaciones de Napoleón lll en manos de George Haussmann en el siglo anterior. Sin embargo, ese interés por los museos y la arquitectura es la que le asegura una entrada de turistas que mueve la economía parisina por todos lados: hoteles, restaurantes, taxis, bici, etc. Habría que ver el apoyo que reciben los artistas vivos que es lo importante, puesto que la mayoría de los muertos, esos que sirven para atraer el turismo, en vida fueron desconsiderados y maltratados: Toulouse-Lautrec; Gustav Courbet, los impresionistas, los fauvistas, Van Gogh y la crueldad del Dr. Gachet, que lo dejó morir en dos días de agonía, etc.

Notre-Dame que es una iglesia, no un museo, ha peleado con el Estado por no estar de acuerdo con el cobro para entrar lo que le genera a las arcas francesas más de 4 millones de euros, de los que se le da un pírrico presupuesto para mantener 70 empleados y organizar ocho misas diarias para un turista creyente, que el que no cree solo ve las reliquias y antigüedades que repletan sus muros, como las gárgolas exteriores.

Desde hace mucho tiempo no hay en Notre-Dame, me lo dijo Adela, una política de mantenimiento que evite que las piezas que caen continuamente no sean recolocadas y son almacenadas “para cuando se pueda”.

Ahora que Macron tiene un altísimo porcentaje de rechazo por una política errada y por su cercanía al coro de Trump, los jóvenes en chalecos amarillos han tomado las calles en protestas.

No se entiende ni justifica que un techo sea intervenido sin las precauciones extremas necesarias por su constitución de maderas viejísimas y secas a lo sumo y por tanto superinflamables.

Una vez el fuego se apodera del techo no se explica que dure 14 horas. Francia, con una capacidad de bombardear cualquier rincón de Afganistán con cientos de aviones, que posee sofisticados y carísimos tanques de guerra y otros armamentos costosísimos, no dispone de un avioncito de esos que hace Canadá y que se abastecen de agua con tan solo acuatizar en un lago o un río ancho como el Sena para soltarla sobre cualquier edificio en llamas para apagarlo en minutos. Lo mismo con los helicópteros para iguales fines. Francia, que se pavonea como la que tiene los mejores bomberos del mundo. Los bombarderos parece que los superaron.

De toda forma, Notre-Dame, con o sin intención, soltó una cortina de humo que le cae a Macron en el dedo anular.

Ojalá que los gobiernos, todos, respondieran a las necesidades culturales (monumentos, escuelas de Bellas Artes, academias musicales, artistas individuales, etc.) fruto de una política de una buena intención y no esperar que el Arte coja candela, como la casa de Tula, para venir como grandes héroes salvadores a “restaurar” lo que el viento y el fuego se llevaron. Amén.

Ubicación
La iglesia Notre-Dame está situada en una pequeña isla que se formó en el medio del río Sena que bordea París cual Yaque a Santiago.

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