Este centro de tercer nivel fue diseñado para cubrir la demanda de San Cristóbal, Peravia y San José de Ocoa
Fundado en el año 1948, el hospital Regional Docente Juan Pablo Pina pasó de ser el hospital mejor equipado del país y el primero en ofrecer un conjunto de especialidades médicas, que no sólo cubría a los pacientes del “Sur Corto”, sino también a muchas personas procedentes de la capital que eran referidas por el régimen de Trujillo, a convertirse un centro que en la última década se ha desenvuelto entre múltiples carencias que afectan su buen desempeño.
El hospital busca recuperar su capacidad resolutiva, tras un prolongado proceso de remozamiento, que ya supera los cinco años y mantiene a los moradores de San Cristóbal, Peravia y San José de Ocoa en estado de desamparo frente a la desintegración de varios servicios que han tenido que ser trasladados de manera provisional al antiguo hospital del Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS), Rafael J. Mañón, mientras la Oficina de Ingenieros Supervisores del Estado (OISOE) dilata la terminación de la importante infraestructura que incide en la vida de más de un millón de personas.
Aunque aparentemente la obra se encuentra en la etapa final, todavía está pendiente la terminación de áreas sensibles como traumatología, ortopedia y cirugía, cuyos servicios se ofrecen en la vieja infraestructura del Mañón, a donde diariamente son llevados decenas de pacientes heridos y politraumatizados en choques de tránsito registrados en una provincia que el año pasado ocupó el tercer lugar en las estadísticas mortales por siniestros viales, según el Observatorio de Seguridad Ciudadana, con un total de 124 muertes, sin contar con los heridos.
“Es una lástima que en la ciudad de San Cristóbal tengamos una casuística con niveles tan altos de accidentes de vehículos de motor, con una autopista 6 de Noviembre que no se para”, reconoce el director general del hospital, Ivanhoe Balbuena.
El doctor Lino Cadete, quien funge como jefe del servicio de Ortopedia en ambos hospitales, detalla que diariamente operan alrededor de diez pacientes por esta causa.
Defiende capacidad resolutiva
El especialista asegura que rara vez un paciente politraumatizado es referido hacia la capital ya que cuentan con los mecanismos necesarios para su abordaje como quirófanos, área de trauma shock, ventiladores, así como un equipo multidisciplinario compuesto por neurocirujanos, cirujanos maxilofaciales ortopedistas y emergenciólogos.
“La única forma que yo puedo enviar un paciente es cuando no le puedo ofertar los servicios, pero la misma deficiencia que tiene este hospital la tiene el Darío Contreras. Yo tengo área de cuidados intensivos, de trauma shock y todas las especialidades…”, detalla el galeno, quien explica que ningún paciente puede ser referido sin antes haberlo socializado con el Sistema Nacional de Emergencia, que es el que autoriza su posible el traslado y se encarga de hacer los arreglos de lugar para garantizar su atención en otro centro de la red pública. “Se busca evitar que el paciente de vueltas de un sitio a otro y que muera en el camino”, dice.
Falta de bancos de sangre
Explica que al igual que en el resto de hospitales del país, la falta de bancos de sangre que suministren el insumo en cantidades suficientes provoca que muchos pacientes de la provincia en estas condiciones inevitablemente mueran. “A esta altura de juego no debería morirse la gente por falta de sangre pero se mueren. Imagínate que me llega un paciente con sangre O negativo, una sangre que es difícil de conseguir y está tirando sangre por un vaso que se rompió y no hay con qué resolver…”, dice.
La falta de sangre es una problemática que no sólo pone en riesgo la vida de los pacientes con traumas, sino también la sobrevivencia de embarazadas que dan a luz en ese centro hospitalario, en donde se registra un promedio de tres mil nacimientos mensuales.
La presidenta del Movimiento de Mujeres Trabajadoras Independientes y ex diputada por esa demarcación por el antiguo Movimiento Independencia, Unidad y Cambio (Miuca), Luz Eneida Mejía, experimentó de cerca esa situación con un familiar.
“Es un proceso que se da constantemente en el Juan Pablo Pina con las embarazadas que necesitan ser transfundidas. Hace un tiempo que una sobrina mía, que vive en Nigua, tenía una amenaza de parto prematuro, de placenta previa y pidieron tres pintas de sangre, y hubo que acudir a la Cruz Roja y buscar RD$7 mil pesos, más los donantes”, explica.
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La dirigente comunitaria sostiene que San Cristóbal comparte con Barahona una alta cifra de muertes maternas, pese a tener suficientes centros de salud a donde las mujeres gestantes tienen alrededor de siete veces chequeos prenatales.
Además de la baja calidad de la atención hospitalaria, asegura que esas defunciones también están relacionadas con un contexto social marcado por la pobreza que va de la mano con el hambre y la desnutrición. “Cuando llega el día del parto esa mujer se va a morir porque tiene un hematocrito en 18 (anemia) y se va a producir una hemorragia y en el hospital no hay sangre, y los familiares no tienen para comprarla y se muere. Esa es la cruda realidad. Es una muerte por dinero, por pobreza”.
Mejía, quien también fue enfermera durante 28 años en el hospital Pina, deplora que muchos de los servicios se ofrezcan de manera precaria en el hospital Mañón, construido también durante la tiranía trujillista, el cual se encuentra en muy malas condiciones físicas y de higiene. “Incluso hay áreas que se han ido hundiendo porque el terreno ha ido cediendo”, detalla.
Sofocante calor y un servicio primitivo en el área de consulta
Allí coinciden envejecientes afiliados al IDSS y pacientes del Pina como Amparo Ramírez, quienes se abanican con cartones ante el agobiante calor que un abanico de techo no logra sofocar.
Aunque la mujer que se dedica a la venta de pastelitos, residente en Hatillo, llegó al centro a las 6:00 de la mañana, le tocó el turno número 6 en la consulta de la tarde. “Deberían mejorar. Mire, yo tengo cuatro hijos y la más chiquita de cinco meses tuve que dejarla con mi hija más grande”, narra Ramírez, quien acudió al centro para llevar los resultados de los análisis previos para una cirugía de esterilización que deben programarle en el Pina para no tener más hijos.
En una especie de habitación dividida por plafones funcionan tres consultorios que no garantizan la privacidad de los pacientes que junto a los médicos acuden a la consulta de ortopedia.
La misma precariedad se observa en los consultorios de ginecología, medicina interna y cardiología.
Para evitar las largas esperas por consultas que afectan a pacientes como Amparo, Luz Eneida Mejía, aboga por mejores salarios para los médicos a fin de que agoten el horario completo y puedan dedicar el tiempo que amerita cada paciente.
Asimismo, demanda que los hospitales municipales sean dotados de tanques de oxígeno de transporte que eviten que los pacientes mueran al ser trasladados de un centro a otro, como dice ocurrió recientemente en el hospital municipal de Cambita. “Se produjo un alumbramiento prematuro y hubo que trasladar el bebé que sufría una insuficiencia respiratoria a San Cristóbal pero se murió en el camino por falta de oxígeno, un tanquecito pequeño que lo que cuesta son RD$6 mil”, deploró.
Terminación incierta
El director del Juan Pablo Pina, no se aventura a ofrecer una posible fecha de terminación de la obra, sin embargo, asegura que el centro tiene una alta capacidad resolutiva para dar respuesta a las principales demandas establecidas en la cartera de servicios de este centro de tercer nivel, con excepción de subespecialidades específicas como neumología pediátrica, radiología pediátrica, cirugía vascular o genética que son referidas al nivel central en la región Metropolitana, en el Gran Santo Domingo.
“Tenemos capacidad resolutiva para atender pacientes con trauma craneoencefálico, servicio de neurocirugía, cirugía general, ortopedia, medicina interna, traumatología, endocrinología, gastroenterología, unidad de diálisis, entre otras”, explica el galeno, tras detallar que cada día el centro ofrece alrededor de 1,500 consultas de distintas especialidades.
Aunque el hospital contaba anteriormente con 300 camas redujo su capacidad a 145 plazas, tras la eliminación de los pabellones y la creación de habitaciones para alojar a un máximo de tres pacientes.
Según Balbuena, el hospital está en capacidad de ofrecer los principales estudios diagnósticos como tomografía, sonografía, Rayos X, entre otros y cuenta con un presupuesto de RD$5 millones mensuales para hacer frente a todos sus compromisos.
Pese a las limitaciones con que operan, el galeno asegura que en el primer trimestre de este año no se ha registrado ninguna muerte materna ni neonatal.
El director del Servicio Nacional de Salud (SNS), Chanel Rosa Chupany, dijo a elCaribe que la unidad de cuidados intensivos de 18 camas está casi lista al igual que el área de maternidad que espera por equipamiento.
Tras la caída del régimen de Trujillo, este centro de salud ha sido sometido a millonarios procesos de remodelación en muchas de sus áreas acometidos por distintos gobiernos sin que logre mejorar de manera definitiva sus indicadores de salud ni aspectos centrales de la atención.
Partidarismo afecta al sector salud
Luz Eneida Mejía asegura que el partidarismo está muy presente en las administraciones de los hospitales, lo que incide de manera negativa en las atenciones de salud. “Realmente el sistema de salud, no es sistema ya, eso colapsó desde que la política partidaria fue a dirigir los hospitales. Lo dice una persona que entró a trabajar durante el Gobierno de Balaguer y lo único que me pidieron fue un título de enfermera, no me preguntaron de cuál partido yo era. Ahora no, en esta regional de salud la encargada de personal lo primero que pregunta a quien va a llevar un currículo, especialmente a las enfermeras, es dónde está la carta del Partido”.