Decía Hegel que en ocasiones pareciera que la historia se repite, solo que unas veces como farsa y otras como tragedia. Con ello quiere significar que en la historia social del hombre suceden acontecimientos tan parecidos que puede decirse que la historia se repite. Ejemplos hay muchos. Como está de moda el tema de la reelección presidencial se me ocurre recordar la reelección, o más bien, el intento de reelección del varias veces presidente Horacio Vásquez y las circunstancias que rodearon aquel acontecimiento.

El 30 de junio de 1924 Horacio Vásquez es electo presidente de la República para el período 1924- 1928. Su toma de posesión es uno de los actos más hermosos y dignos de recordar de la historia moderna dominicana. Tomó posesión el día 12 de julio, el mismo día en que las tropas de ocupación norteamericanas abandonaban el suelo patrio mancillado por la invasión de 1916. Ese día, después de ocho largos años de ausencia del cielo azul dominicano, el lienzo tricolor que nos identifica como dominicanos volvió a ondear en todos los edificios públicos dominicanos. Había, pues, motivos para celebrar.

Horacio Vásquez, hombre honrado, de un carisma, valor y prestigio incomparables debido a la buena fama ganada tanto por su participación en los acontecimientos del 26 de julio de 1899 que pusieron fin al régimen cruel y despótico del General Ulises Heureaux (Liís), como por su destacada participación en varias revoluciones de las muchas que se producían en la época.

Vásquez se había ganado el respeto de sus conciudadanos por sus más de veinticinco años de afán por la democracia y las libertades del pueblo dominicano luchando contra las tiranías y farsas electorales promovidas por diferentes caudillos de la época. Pero también lo enalteció el hecho cuando en 1899, después del tiranicidio, pudo presentarse como candidato a la presidencia con la absoluta certeza del triunfo. Y, sin embargo, para sorpresa de muchos, optó por ceder el paso a Juan Isidro Jimenes. Todo ello contribuyó a formar el aura y el prestigio de este gran hombre.

La alegría duró poco. Una vez Horacio Vásquez en el poder, algunos intelectuales, entre ellos Enrique Apolinar Henríquez, propagan la versión de que a Vásquez no se le aplicaba la Constitución de 1924, sino la de 1908 y que, por tanto, el mismo había sido electo no por cuatro años, sino por seis años. Así comienza a perfilarse la tragedia de Horacio Vásquez.

Al no prosperar los argumentos de tales intelectuales y bajo la promesa de no reelegirse para un nuevo período el presidente Vásquez opta por modificar la Constitución y prolongarse el período gubernamental en dos años, es decir, hasta el 1930. El 15 de junio de 1927 entró en vigencia la nueva Constitución.

Pero aún faltaba más. Debido al bienestar económico como consecuencia de los buenos precios de que gozaban los productos dominicanos en el exterior y la paz social de que disfrutaba el pueblo, el presidente Vásquez consideró conveniente tentar la suerte y plantear nuevamente la modificación constitucional para permitirse la repostulación para el período 1930-1934. Así, el 20 de junio de 1929, un año antes de que venciera el período prolongado de Vásquez, fue proclamada la nueva Constitución, mediante la cual el presidente podía optar por otro período presidencial, pero sin reelección.

El 22 de octubre de 1929, día del cumpleaños del presidente Vásquez, se realizó una gran concentración frente a la Mansión Presidencial. Delegaciones de todas las provincias acudieron a la actividad en la cual cada provincia solicitó al presidente que aceptara repostularse nuevamente a la presidencia. No fue difícil convencerlo.

El presidente Vásquez, desoyendo a quienes, como el Lic. Rafael Justino Castillo, presidente de la Suprema Corte de Justicia, horacista de la generación del 99, quien mediante carta pública pidió al presidente no respostularse, el Dr. Ramón de Lara, su médico personal, sus sobrinas, entre otros, que con justa razón le aconsejaban no embarcarse en tales propósitos, decide propiciar la reforma de la Constitución que le permitiría optar por un nuevo periodo gubernamental. Incluso dentro de sus partidarios había quienes entendían que era preferible postular al Dr. José Dolores Alfonseca, horacista de prestigio y muy querido del pueblo.

Los horacistas aglutinados en el Partido Nacional, el más grande y popular de la época y bajo la consigna de “Horacio Vásquez o que entre el mar”, deciden a participar en las elecciones pautadas para el 16 de mayo de 1930.

La suerte que por más de veinticinco años le había acompañado en las luchas políticas y las guerras civiles le preparaba una sorpresa. La decisión del presidente Vásquez de optar por un nuevo período, no obstante su popularidad y prestigio, generó un gran malestar en la sociedad dominicana. Malestar que tendría consecuencias fatales para la República.

El domingo 23 de febrero de 1930, a la una de la tarde, el General Rafael Estrella toma la Fortaleza San Luis de Santiago y marcha sobre la ciudad capital. Esa tarde el presidente Vásquez se encontraba en el hipódromo disfrutando las carreras de caballo, cuando recibe la noticia. Había iniciado el llamado Movimiento Cívico, encabezado por el Lic. Rafael Estrella Ureña, sobrino del General Estrella.

Rafael Leonidas Trujillo.

Las fuerzas de Santiago y las fuerzas del Movimiento Cívico en combinación con el Jefe del Ejército Rafael Leónidas Trujillo tomaron la ciudad y depusieron al presidente Horacio Vásquez.

El 16 de mayo de 1930 se realizaron las elecciones resultando electo un candidato jamás sospechado: Rafael Leónidas Trujillo.
La ambición desmedida de Horacio Vásquez de mantenerse a todo trance en el poder, el desprecio a la palabra empeñada, el desconocimiento de las reglas del juego político, el irrespeto por la Constitución, crearon las condiciones políticas para el ascenso de Trujillo al poder absoluto.

Los horacistas crearon las condiciones para que entrara el mar. El mar entró y los arrastró a todos. El Partido Nacional desapareció. Muchos murieron en el exilio y otros sirvieron a Trujillo. Horacio Vásquez, el otrora hombre más popular, poderoso, prestigioso y carismático de la nación, murió en 1936 en absoluta pobreza, fue sepultado en Tamboril y dicen que a su entierro no asistió nadie. Esa es la historia y esos son los hechos.

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